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De vecinos, fraternidad y violencia doméstica en Alemania

Mi vecina del cuarto quizá sufra de malos tratos. No lo digo yo, lo dice mi vecina de al lado, Johanna, que ha venido a casa a cenarse unas croquetas.

En realidad, lo primero que dice es:

        — De la planta de arriba me llega mucho barullo.

Yo traigo los dedos pringados de bechamel. Levanto la vista el techo y le pregunto si es un escándalo como el de mi vecino, que va a volverme majara a base de techno y heavy metal. Pero Johanna dice que ella oye gritos. Insultos, dice. Porrazos y arrastrar de muebles. Que su vecina y el novio se la pasan discutiendo y que unas noches atrás la liaron tan fuerte que sonaba como si él le estuviese pegando. Luego todo se quedó muy callado. Y luego a Johanna le pareció escuchar gemidos de sexo y al final ya no sabía qué pensar.

Tampoco habría sido tan novedoso. Lo de que le cascasen a mi vecina, digo. El pasado noviembre y anticipándose al Día Internacional contra la Violencia de Género, Der Spiegel publicaba un especial titulado: ¿El mayor peligro para una mujer? Su propio marido. Una semana después se leía en The Huffington Post: Cada tres días muere [en Alemania] una mujer por violencia doméstica. Otros titulares y las cifras de la BKA corroboraban la estadística y exculpaban a los inmigrantes, y es que aquí los que gastan mano dura son los autóctonos.

Johanna, de hecho, me refresca la memoria y me recuerda quién es la vecina del cuarto. Me repite el nombre. El de la pareja. Tan alemanes como Erika y Max Mustermann.

        — Lo que pasa —le digo— es que por fin se está hablando del tema en este país.

Y le cuento de una columna del Süddeutsche Zeitung, un año atrás, en la que una alemana se quejaba de la falta de atención de los medios nacionales a la violencia machista, e incluso ponía a España como ejemplo a seguir. Y descorcho otra botella de vino y mi vecino de arriba le mete caña a sus altavoces. Mi vecino que, la última vez que subí a protestar, me abrió con un bate de béisbol, me mandó a freír espárragos y, tras cerrarme la puerta en las narices, puso la música más alta.

Porque lo que también pasa es que algunos hombres siguen actuando como cromañones y ni se enteran. En España los del caso de la Manada andan en libertad provisional. Islandia, Finlandia y Croacia se llevan la palma europea en asesinatos de mujeres. Y, si le echamos un vistazo al panorama mundial, entre ablaciones, violaciones no penalizadas, casamientos forzados y trata de blancas, lo único claro es cuánto nos falta por allanar para la igualdad de género.

Johanna me habla del Hilfetelefon, un teléfono de apoyo para mujeres que funciona todo el año, de lunes a lunes y en más de quince idiomas. También de las más de 350 casas de acogidas repartidas en el país. Menciona la tardía pero definitiva ratificación del Convenio de Estambul. El compromiso de Franziska Giffey, la Ministra de Familia, Tercera Edad y Mujeres. Yo le hablo del colectivo Terre de Femmes. Le explico que la campaña Nein heißt Nein (No es No) ha vuelto a las pantallas del metro.

Para cuando Johanna se marcha, no se nos han acabado los temas pero sí las croquetas y el vino. En la cama, tumbado y algo borracho, miro la lámpara de mi dormitorio. Parece que se mueve. El vecino ha puesto la música tan bestia que necesito los tapones para dormir.

Días más tarde me cruzo en el descansillo con la vecina del cuarto. Intercambiamos un cortés saludo y no puedo evitar espiarla. Su figura es menuda; la coleta, tirante; los labios, rectos y finos. Ni siquiera entiendo cuáles son las pistas que busco. Durante un momento me cuestiono si debiera detenerla. ¿Será que conoce las casas de acogidas? ¿Realmente sufre de malos tratos? ¿Le meto un papel con el teléfono de ayuda en el buzón o lo encontrará antes el novio?

Por supuesto no le digo nada y, aunque las dudas me asaltan, cada uno sigue su dirección por las escaleras: ¿Y a mí?  ¿Quién me echa una mano? ¿Quién me ayuda a mí con el cabrón de mi vecino?

(Foto. Fte: www.deutschlandfunkkultur.de)

(Este artículo fue publicado anteriormente en la revista Digital Desbandada, bajo el título Vecinos).

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6 Comentarios

  1. Desgraciadamente, lo peor que tiene la violencia a la mujer, es mirar a otro lado. Mi padre comentaba, que por los años sesenta, tenia una vecina que siempre llevaba gafas de sol grandes y chaquetas de manga larga, aun en agosto (en Málaga) . El marido se “ofrecio” a mi padre para llamar la atencion a mi madre, por los tacones. “Si tienes hue… sube”. Le espeto mi padre. En realidad, es lo que nos falta a todos. Hue…para denunciar situaciones, ya sean de rumores, de golpes o de lo que sea violento

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  2. Hombre, comparar los malos tratos a tu vecina con el volumen de la música de tu vecino un pelín desafortunado es. Nada, un pelín solamente. Un poquito más de empatía tampoco te sobraría. Me da la impresión de que en Alemania ese tema está muy atrasado (tú todavía hablas de violencia doméstica para lo que aquí llamamos violencia machista, que es lo que es).

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    • A ver, Consuelo. Me parece genial que te pases por aquí a opinar pues esto es un espacio abierto y denota que la gente me lee, lo cual está bien. Opinar siempre va a implicar subjetividad y también está bien. Pero ahí de sermonearme con que le eche más empatía, ya hay un largo camino. Sobre todo porque no tienes ni idea de lo involucrado que estoy aquí en asuntos de género y mucho menos conoces las repercusiones que tuvo este artículo ni el desenlace de la historia.

      Con todo, como he comentado varias veces, aquí siempre ando buscando colaboradores, así que te animo a que escribas tú un artículo al respecto, con sus datos, estadísticas, sus enlaces y fuentes. Y que lo escribas bien. Y puestos a ser subjetivos también te animo a que leas, pero no un librito de Bucay, ni me vale tampoco una novelita a lo Lucía Etxebarría, sino que leas más y mejor.

      Emilio

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  3. Hola Emilio, cómo estás? siempre leo tus boletines, muchas gracias por compartirlos. Éste artículo es muy actual para Argentina también. Es cierto que la elección de pareja puede ser un peligro a veces aunque, no solo es “el marido” el tema. En el edificio donde vivo el vecino de abajo fuma en la ventana y el humo entra en mi casa. Mal trato, gestos ordinarios etc. fue su respuesta siempre hasta que llamé a la policía. Santo remedio I por el momento. Mi vecino de al lado es fanático del futbol grita muy grosero como si estuviera en la cancha de juego, volví a llamar a la policía y santo remedio II . El portero del edificio y el del edificio de enfrente me gritan insultos cuando paso, pegan patadas al piso y al escritorio de la entrada etc.. Y todo ésto porqué ?? porque no soy manipulable, mantengo mi firme posición independiente y no les doy cabida en nada de mi vida personal. Ésta resolución es más compleja (la Administración del edificio mira para otro lado “con los porteros no porque pueden hacer un juicio etc.”). Mi estrategia es mantener absoluto silencio pero sin bajar la mirada ,como hacía Maryl Streep en la casa de los espíritus.
    Para cualquier mujer que defiende sus derechos, a veces la respuesta es la agresión de quienes aún no han aprendido el respeto. Creo que debemos seguir manteniendo una postura firme sin violencia verbal sino actuando en consecuencia. En éstos casos las palabras se las lleva el viento. Y si es posible, que no siemrpre lo es, salir de la situación que nunca cambiará. Es mi modesta opinión y lo que aprendí a hacer en éstas dificiles circunstancias de todos los días. Gracias a todos los que si respetan al otro. Te saludo y gracias de nuevo por ésta nota. Graciela desde mi Buenos Aires querido.

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    • Tengo buenos y buenas amigos argentinos aquí en Berlín -y bastantes lectores aparte y seguidores de la página al otro lado del charco y me apena sobremanera toda esta desigualdad. No sólo hablo de discriminación de la mujer, todavía discriminamos por color de piel, orientación sexual y religión y seguimos viviendo en el mundo de la supremacía del Hombre Blanco. Ea.

      Pero por algo hay que empezar y, como siempre pienso, podía estar mucho peor la cosa.

      Gracias por el mensaje y nos seguimos leyendo.

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