Soy Emilio, astrólogo profesional, y te ayudo a hacerle cosquillas al cosmos…

… para que el cosmos se ría contigo, te cuente sus secretos y te ayude a surfear las olas vitales

Pero ya que estamos aquí, bailemos

No sé si os pasa como a mí, que en casa, a solas, de cuando en cuando, me improviso unos bailes tan locos que ni yo me los creo. Pongo una de mis canciones favoritas o suena en la radio, de casualidad, y entonces me marco la mejor de mis coreografías. A todo volumen. Con los ojos cerrados. Como si no hubiera un mañana. Y es que pocas cosas resultan más divertidas que un buen baile. Ya sea solo, en grupo o en pareja; en casa, en el parque o en la disco abarrotada.

– ¿Y qué tal lo pasaste? -te pregunta tu colega sobre la noche anterior.

– Me hinché de bailar -respondes y con esa frase ambos reconocéis que fue una velada fantástica.

Porque es que bailar mola. No cuesta dinero ni entiende de edades ni culturas. Lo he comprobado en cada uno de mis viajes: en todos lados se baila. De día y de noche. En la playa o en el campo. No importa cuán fea se ponga la cosa: con crisis, con inflación, con guerrilla o alto al fuego. La gente, si puede, baila.

¿Desde cuándo bailamos? 

Resulta interesante cuestionarnos desde cuándo al ser humano le gusta mover la colita. Todo parece apuntar a que bailamos desde hace mucho tiempo. Mucho, mucho, mucho tiempo.

Alcover y Lafuente, en su obra Historia de la música y del arte de las culturas antiguas, proponen un nacimiento de la música y la danza simultáneo. Aquel hombre primitivo de nuestros orígenes, en un intento por recrear los movimientos y sonidos de la naturaleza, utilizó su propio cuerpo. Así, palmadas, pisadas, torsiones y la voz se convirtieron en la herramienta para duplicar cantos y vuelos de pájaros, rugidos de fieras, estampidas de bestias, el balanceo de las ramas con el viento o el impacto del trueno. Música/ritmo y baile nacieron a la vez.

El musicólogo berlinés Curt Sachs y el crítico Henry Haskell van más allá al considerar a la danza como la primera de todas las artes, anterior, incluso, a la música y a la pintura. Nos dice Haskell: “La danza puede que sea la más antigua de las artes, y es un arte que no necesita ningún instrumento más que el cuerpo del bailarín. La música vino después”. En este caso, el baile habría surgido como una especie de arrebato místico o emocional, un subidón de mortadela, en el que aquel hombre o mujer salvaje, embargado por sus sentimientos, comenzó a saltar, a gritar, a elevar las manos y sacudirse, y se marcó la que fue la primera coreografía de la Historia.

Ya encontramos evidencias del baile en el Paleolítico Superior. Existen muestras pictóricas como la de la gruta de Gabillou, la de Trois Frères, la Cueva de Cogull y la Ronda de Addaura (esta, datada del 9000 a.C., se considera la representación más antigua de danza grupal).

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La primera discoteca: la Ronda de Addaura ¿A cuánto la entrada? ¿Con consumición?

Por supuesto, cuando nuestros abueletes de la Prehistoria bailaban, no practicaban los pasos del Aserejé ni cantaban el Sarandonga de Lolita qué chíviri, qué chíviri. Se trataba de danzas con un marcado carácter mágico-religioso. Rituales para conectar con los dioses, para rogar por su protección en la guerra o en la caza, por ejemplo, de ahí que en las pinturas aparezcan figuras con máscaras de animales. En las imágenes de la Cueva de Cogull se distingue a un personaje que podría  representar a un chamán.

Mucho ha llovido desde aquellos primeros pasos hasta los que componen el flamenco, el break-dance o el salsa choque. Algunos bailes mantienen su carácter místico mientras que otros se sostienen por su aspecto lúdico. Desde la danza de los derviches al tango, pasando por el swing, la polka y el cha-cha-chá, parece que el baile es innato al ser humano.

De hecho, en 2009, el psicólogo húngaro István Winkler estudió el comportamiento de recién nacidos a los que hizo escuchar diferentes melodías (sobre todo, rythm & blues). Cuando Winkler eliminaba algún golpe de ritmo, el cerebro de estos bebés reaccionaba, pues detectaba una violación de sus expectativas sensoriales. Parece que desde bien pequeños -incluso desde el útero-, ya gozamos de un sentido del ritmo.

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Chiquiticos pero bailones. El proyecto de István Winkler

Bailar, bailar. Mucho más que un pasatiempo.

¿Qué pasa en nuestro cuerpo cuando bailamos? Bailar implica coordinar una serie de movimientos corporales en períodos de tiempo determinados por el ritmo de la música. Cuando bailamos, nuestros músculos se fortalecen, engrasamos la articulaciones y oxigenamos el cerebro. El baile, como actividad aeróbica, nos previene de enfermedades cardiovasculares y disminuye el estrés oxidativo.

Fijaos en la popularidad de la zumba o el bundafit, que combinan los ritmos latinos con los ejercicios aeróbicos. Bailar nos permite estar en forma, ¿quién dice que no? Una hora de zumba puede hacerte perder más de 500 calorías. Una hora de flamenco, entre zapateado y zapateado, las 350. Para los viejitos o los que gusten de ritmos menos agresivos, nada como un pasodoble o un danzón para estar más sano que una pera.

Lo que ocurre cuando bailamos, es que además de sus aportes fisiológicos, obtenemos otros beneficios a nivel psicológico / neuronal. ¿Recuerdas a ese tío o a la abuela que se pasa las comuniones bailando? ¡Sin tomarse ni una copa y nadie lo saca de la pista! Ahora vas a entender por qué…

El baile induce la liberación de endorfinas y dopamina, los neurotransmisores del placer. Esto reduce o previene alteraciones como la depresión y encima nos deja ese gustirrinín tan rico. Durante la práctica del baile, además, estimulamos el hipocampo, lo que mejora la memoria, la coordinación del cuerpo y el estado de ánimo.

Desde una perspectiva social, el baile crea lazos entre personas, genera empatía (las neuronas espejo), refuerza la intuición y la comprensión no verbal. Una coordinación armónica de movimientos puede ser indicio de una pareja potencial saludable (eso de que Así en la pista de baile, así en la cama). De ahí que a lo largo de la historia, el baile haya sido utilizado como excusa para el cortejo.

La sensualidad del baile, por supuesto, no es exclusiva a los protagonistas de Dirty Dancing. Os dejo un vídeo muy divertido para que veais la que organizan los pájaros con tal de mojar el churro:

El baile: una visión terapéutica

Después de esta breve exposición acerca de los beneficios del baile, no debe extrañarnos que se emplee como tratamiento para la depresión y algunas enfermedades neurodegenerativas.

En el Laboratorio de Psicología del Baile, de la universidad de Hertfordshire, por ejemplo, se estudia la conexión entre el baile y la autoestima así como los beneficios en pacientes de Parkinson y Alzheimer. De acuerdo con su director, el ex bailarín Peter Lovatt, el baile improvisado mejoraría la capacidad de generar ideas nuevas y creativas (lo que se conoce como el pensamiento divergente), mientras que una danza estructurada ayudaría a encontrar una respuesta única a un problema o asunto (el pensamiento convergente). En resumen, mediante el baile se pretende mitigar los daños neuronales en estos pacientes y, en lo posible, establecer nuevos circuitos de pensamiento. Fijaos qué sorprendente: algunas investigaciones demostraron que enfermos de Alzheimer recuperaban recuerdos al bailar al ritmo de una melodía que conocían.

En Argentina, así como en Canadá o Italia, se imparten talleres de Tangoterapia para pacientes de Parkinson. En realidad, cualquier baile resulta beneficioso para la enfermedad, pero el tango, en concreto, además de favorecer la postura y el equilibrio, corrige el movimiento corto con el peso hacia delante típico de estos enfermos.

El baile, además, se usa como agente rehabilitador en casos de lesión cerebral por traumatismo, afasia adquirida, trastornos por déficit de atención y esquizofrenia.

Como experiencia, el baile nos conecta con el cuerpo: nos ayuda a establecer una relación de amor hacia nuestro físico, nos vuelve niños creativos y permite que canalicemos viejas emociones. Tuve la oportunidad de atender en Bogotá a un taller de Danzaterapia, y me lo pasé como un enano. Super recomendable.

La vida no es la fiesta que habíamos esperado

la vida no es el baile

Pero ya que estamos aquí BAILEMOS

La verdad que en estos días en que la crisis está de moda cualquiera me puede objetar que de dónde va a sacar tiempo y dinero para unas clases de baile y que, además, por mover bien la colita, uno no paga el alquiler ni le da de comer al perro y los hijos.

Totalmente cierto. ¿Pero probaste a hacerlo en casa? Mientras preparas el almuerzo. ¿Con tu mujer? ¿Con tu vecino o la portera? En la playa, en la ducha, cuando nadie te ve. Vamos, vamos… seguro que hay alguna canción que encanta.

No será por estilos… Salsa, techno, rumba, ballenato. Pop, balada, soul, verdiales. Cumbia, swing, funky… Rap, house, break-beat y, sin olvidarnos de ese gran clásico de las verbenas: Paquito el Chocolatero. Tanto por bailar. No hace falta saberse los pasos, se trata de pasarlo bien.

Así que ahora que se acaba este artículo te animo a que pongas ese tema que tanto te gusta y te marques el buen baile que te mereces. Luego nos cuentas:

¿Cuál escogiste? ¿Y por qué?

¿Sol@? ¿Acompañad@?

¿Cómo te moviste?

¿Y qué tal te sentó?…

Agradece ese cuerpo que te sostiene.

 

***

Ya sí me despido.

Muchas gracias por leer. Por compartir. Por preguntar. Por opinar. Por vuestros Likes. Por volverme a compartir. Por hacerme mucha publicidad. Recordad que también podéis seguirme en facebook, twitter e instagram. Y si no, por telepatía.

Hasta muy pronto. Nos seguimos leyendo.

Emilio

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