Soy Emilio, astrólogo profesional, y te ayudo a hacerle cosquillas al cosmos…

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Mientras dormimos: curiosidades de nuestro sueño

Lo confieso: soy un dormilón profesional. No encuentro mayor placer que el que, cada noche, experimento cuando me tumbo en la cama, me abrazo a la almohada y me despido del día. Se trata de un ritual orgiástico que alguna que otra mañana afortunada prolongo. Entonces me despierto, reacomodo las sábanas, volteo el cuerpo y continúo durmiendo.

Se trata, por supuesto, de un asunto personal. Tengo amigos que con menos horas de sueño se conforman; otros que se apoyan en la siesta exprés tras el almuerzo. Los hay que no necesitan despertador para levantarse y los que si duermen en colchón ajeno no pegan ojo. Para gustos, colores. Lo que sí os aseguro es que, al final, los que más y los que menos, todos necesitamos dormir.

Así, a primera vista, esto del dormir puede parecer un poco raro; sobre todo para nuestra sociedad obsesionada con la productividad, la superación y la gestión del tiempo. Porque cuando dormimos, ¿qué es lo que hacemos? Aparentemente nada. ¿Y sabéis cuánto tiempo nos roba el dormir? ¡Mucho!

El ser humano se pasa durmiendo un tercio de su vida. Para que os hagáis una idea: si mi querida abuela vivió casi noventa tacos, significa que se pasó treinta años roncando. Treinta años. Lo repito: treinta años.

Somos el resultado de un interminable período de evolución, en el cual lo que no funciona se desecha. Si el hombre actual del siglo XXI cada noche apaga la luz y se acuesta hasta la mañana siguiente es porque algo muy importante debe suceder mientras dormimos.

De este fabuloso misterio trata nuestro artículo.

Vivimos en un ecosistema durmiente

No estamos solos. Nunca lo estuvimos pero, en cualquier caso, cuando se habla de dormir parece que el sueño es común en muchos más seres vivos de los que imaginamos. No sólo duermen los mamíferos: véanse monos, perros y gatos. También duermen los pájaros, los lagartos, los peces y las hormigas. La mosca de la fruta duerme y el elegans C., un nematodo de un milímetro de largo, también se echa la siesta.

fishsleep

Un ammonítido del Pacífico descansando sobre la arena

 

La definición del sueño en el reino animal se utiliza desde una perspectiva mucho más amplia. Aunque no exista un cerebro implicado –imprescindible para el sueño de los mamíferos-, sí se observan patrones de comportamiento como la búsqueda de lugar seguro, la adopción de una misma postura y la falta de reacción a los estímulos externos, que se repiten en ciclos aproximados de veinticuatro horas. Para muchos animales, el sueño significa la única oportunidad para su descanso físico.

Si hablamos del sueño humano encontraremos diversas teorías que, incluso al combinarse, no consiguen responder a todos los interrogantes planteados por el fenómeno:

  • Poseemos un reloj biológico –el reloj circadiano-, que prefiere que durmamos durante la noche y no por la mañana. Desde un punto de vista antropológico, este aparente capricho esconde una función muy práctica. En la Prehistoria, refugiarnos y dormir por la noche aseguraba nuestra supervivencia. Pensad que en la la oscuridad no vemos un carajo y salir y exponernos, en tiempos primitivos, habría significado la muerte por algún depredador. Ñam ñam.

 

El ciclo circadiano. Nuestro reloj biológico prefiere que descansemos por la noche.

  • La llamada teoría de la restauración subraya la importancia del sueño para la recuperación de tejidos, la síntesis de proteínas y el crecimiento muscular. Si eres de los que te machacas en el gimnasio o practicas deporte, la mejor manera de sacarle partido a tu entrenamiento es con buenas dosis de descanso.
  • Igualmente, si eres de los que te agotas haciendo sudokus, ecuaciones matemáticas, preparas unas oposiciones o escribes una novela, el consejo se mantiene: duerme. De acuerdo con la teoría de la plasticidad cerebral, mientras dormimos se compensa el estrés oxidativo y el desgaste neuronal producido durante los procesos de aprendizaje. Nuestro cerebro necesita que durmamos para fijar la información aprendida y desechar la que no considera relevante.

Jugando a hacer experimentos

En resumen, todas estas hipótesis apuntan a que el sueño de ninguna manera es una situación pasiva, sino un imprescindible estado de febril y compleja actividad en el organismo.

Una manera muy interesante de comprobar para qué sirve un órgano es extirparlo y analizar qué sucede. El investigador Alan Rechtschaffen, figura emblemática en la Medicina del Sueño, y sus colegas de la Universidad de Chicago realizaron una propuesta parecida, en este caso, con ratas: Las mantuvieron despiertas –les extirparon el sueño– en unas jaulas de su laboratorio. Mediante un mecanismo con ruedas, las ratas debían moverse continuamente. Si se detenían, caían a una pequeña piscina y se despertaban.

Fijaos lo que sucedió: A los pocos días, las ratas comenzaron a comer más de lo normal, quizá para compensar con energía la falta de descanso. En menos de una semana, perdieron el control de su temperatura corporal. Se les caía el pelo y desarrollaron lesiones en su cuerpo incurables. Al final, ninguna sobrevivió más de veinte días. Terrorífico, ¿verdad?

Entre humanos, también encontramos algunos experimentos: En 1964, el californiano Randy Gardner aguantó 264 horas (once días) sin pegar ojo y sin ayuda de estimulantes. Su aventura fue científicamente registrada para estudios de neurología y Ciencia del Sueño. Antes que él y en el mismo año, el finés Toimi Soini se había mantenido 276 horas despierto. El británico Tony Wright, autor del libro Left in the Dark, intentó batir el Récord Guiness en 2007. De acuerdo con su testimonio, la privación del descanso activaría ciertas áreas creativas del cerebro y potenciaría estados alterados de conciencia.

Existe cierta controversia respecto a quién posee el Récord Guiness de mayor número de horas sin dormir. En cualquier caso, desde 1990, la categoría fue retirada por considerarla nociva para la salud.

Trastornos del sueño: cuando la cosa se pone chunga

Hemos citado hasta aquí a varios personajillos que querían poner a prueba sus límites pero, a nivel más general, muchas personas se meten en la cama necesitadas de descanso y son incapaces de pegar ojo.

En la actualidad, el trastorno del sueño más importante es el insomnio, que afecta a un tercio de la población mundial, siendo las mujeres más propensas a padecerlo que los hombres. En España afecta a uno de cuatro habitantes. Otros trastornos graves del sueño son el sonambulismo, la narcolepsia, la apnea y el síndrome de las piernas inquietas.

Si queremos ponernos friquis, existe una enfermedad que a mí me pone los vellos de punta: el FFI o Insomnio Familiar Fatal. Esta dolencia extraña, hereditaria y neurodegenerativa provoca en el sujeto insomnio persistente. Incapaz de dormir, el enfermo progresa hacia un estado de confusión y delirio hasta que cae en coma y, poco después, muere. Desde su diagnóstico –el brote aparece alrededor de los cincuenta años- hasta la defunción no suelen pasar más de dieciocho meses. Hasta ahora, la enfermedad permanece incurable y, curiosamente, un cuarenta por ciento de los casos se localizan en el norte de España, entre el País Vasco y Navarra. Tiene que ver con un gen específico. Una movida.

Tampoco necesitamos sufrir ninguna de estas dolencias: una mala noche la tiene cualquiera. Pero ¿de qué manera afecta la calidad de sueño a nuestras vidas? Fijaos: dormir mal disminuye el nivel de concentración, reduce la productividad y aumenta el riesgo a sufrir ansiedad y depresión. No sólo eso, la mala calidad de sueño se relaciona directamente con una tasa mayor de accidentes laborales y de tráfico. Menudo peligro traen un piloto de avión o un cirujano que hayan dormido poco. Mejor que se queden en casa descansando.

En El maquinista, Christian Bale representa el papel de un mecánico que sufre de insomnio

Los turnos nocturnos, por su parte, tampoco son saludables, pues obligan al trabajador a funcionar en contra de sus ritmos circadianos. No estoy sugiriendo que nadie trabaje por la noche: pero se necesita una legislación justa al respecto.

Así que no se se trata de ninguna broma esto del sueño. Mochileros y mochileras, hay que dormir bien.

Consejos para dormir bien: usando el sentido común

Sé que cuesta aceptarlo, pero el primer enemigo de un buen descanso somos nosotros mismos. Si bicheáis por la red, encontraréis un sinfín de artículos dedicados a lo que se llama “higiene del sueño”, esto es, consejos y rutinas para descansar mejor. La mayoría de ellos resultan tan simples y básicos que uno se pregunta por qué no los sigue más a menudo para evitarse problemas, pero es que así somos los humanos de burros y torpes. Si no, claro está. no seríamos humanos.

Tampoco se trata de creerse a pies juntillas todo lo que circula por la red: usad el sentido común y aplicad lo que os sirva. De nuevo, como planteábamos al principio, el dormir es una cuestión personal. Puede que con seis horas ya estés listo. Quizá necesites nueve. Ambas están bien. Existe un cronotipo en cada uno de nosotros que determina cuánto necesitamos descansasar. En Astrología, por ejemplo, se dice que Aries y Capricornio duermen poco, mientras que Piscis precisa descansar más. Cosas astrológicas.

En cualquier caso, para que no os quedéis con las ganas, aquí va la lista:

  • Mantened horarios fijos: hay que irse a la cama a la misma hora y levantarse a la misma hora también.
  • El ejercicio físico, siempre que no se realice pocas horas antes de ir a la cama, también ayuda a un mejor descanso.
  • Exponernos a una luz intensa durante el día –el sol, ese astro maravilloso- también mejora la calidad del sueño y se usa como tratamiento contra los problemas de insomnio.
  • Los hidratos de carbono para la cena, lo creas o no, favorecen la entrada de triptófano en el cerebro y auguran dulces sueños.
  • Apagad todas las luces posibles. Incluso los aparatitos en stand-by pueden molestar. Cuando nuestro cuerpo se sintoniza con la oscuridad, surge el sopor y llegan las ganas de dormir.
  • A pesar de lo que en algunos círculos se proclama, la luz azul de los aparatos electrónicos no parece afectar el ciclo sueño-vigilia. De todas formas, si en lugar de jugar al Candy Crush o chatear por el Tinder, os ponéis música clásica o leéis La montaña mágica, de Thomas Mann, seguro que os dormís antes.
  • El café, a partir de cierta hora, según tu tolerancia, mejor evitarlo.
  • Se dice que el alcohol tampoco es bueno para descansar, aunque una copa de vino en la cena no creo que haga mal
  • Los porros pueden ser contraproducentes a largo plazo; quedáis avisados.
  • Por supuesto, evita la cocaína, el speed y el redbull.
  • El estrés produce trastornos en el sueño: aprende a desconectar de las preocupaciones o intenta aplazarlas para otro momento del día. ¡No las consultes con la almohada!

Joer, qué lista más larga me quedó… Y seguro que la mayoría de los consejos ya los conocíais. Si me ha entrado hasta morriña…

Os deseo buenas noches. Si os quedan dudas, escribid. Y si queréis comentar algo, por favor, ¡hacedlo!

Muchas gracias por leerme. Y también por compartir. Hasta la próxima.

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